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Destino

El lago Titicaca, cuna de los incas

El lago más grande de Sudamérica esconde secretos y culturas milenarias cuyos orígenes aún están por descubrir.

El ser humano, en su eterna sensación de superioridad que parece acentuarse con el paso del tiempo, piensa que nuestro planeta ha sido totalmente horadado y explorado. Que ya no guarda sorpresas o misterios indescifrables. Sin embargo, lugares como el lago Titicaca demuestran que eso no es cierto.

Ese vasto espejo de agua –que alcanza los 190 kilómetros de longitud y posee una superficie de más de 8,000 km2– sirve de frontera natural entre Perú y Bolivia. 

Es un lugar donde la vida no es sencilla, pues se encuentra a más de 3,800 metros sobre el nivel del mar y el terreno que lo rodea muestra una aridez extrema. Sin embargo, esa misma dureza lo convierte en un sitio bello y resplandeciente.

El lago Titicaca es, en cierto modo, un ser vivo que permite que en él habiten las gentes que lo respetan. En la actualidad es, también, uno de los lugares más visitados de Perú, en una época en la que el turismo global parece no tener fronteras de ningún tipo.

Sin embargo, su historia se registra en milenios. Una historia que aún resulta desconocida y cuyo componente místico es como un imán para los exploradores y aventureros.

CUNA DEL MUNDO Y CENTRO DEL COSMOS

Las aguas del lago Titicaca poseen un significado religioso para las gentes peruanas y bolivianas que viven sobre o junto a ellas.

Las antiguas civilizaciones andinas, incluso anteriores a los incas, creían que de aquel enorme lago emergió el Creador, quien pobló la tierra con una raza de gigantes de piedra. Para ellos, el Titicaca es la cuna del mundo y el centro del cosmos. 

Los arqueólogos han encontrado elementos de culto y restos de templos dedicados a ese ser supremo, tanto en las islas del lago como en sus orillas y en el fondo del mismo.

De hecho, en el fondo del lago Titicaca se han hallado mucho más que templos u objetos religiosos. 

Los restos de una gran ciudad descansan en el lecho lodoso de este lago sagrado. Los arqueólogos la datan de tiempos preincaicos y piensan que puede haber sido el germen de las civilizaciones posteriores (incluyendo los incas), surgidas tras su hundimiento.

El misterio de esta ciudad sumergida ha dado lugar a especulaciones esotéricas de todo tipo y algunos rumores la comparan con la mítica Atlantis. Incluso se ha hallado un cuenco con inscripciones cuneiformes de la civilización sumeria, que existió hace más de cinco milenios, y en el extremo opuesto del mundo. Resulta complicado explicar cómo llegó a allí.

UNA VIDA TRADICIONAL Y DURA

Mientras los buscadores de tesoros y fuentes de energía mística acuden al lago Titicaca movidos por su increíble historia, la vida transcurre tranquila y pacífica para los habitantes de las islas que pueblan el lago.

Algunas de esas ínsulas son naturales, pero otras han sido construidas por el hombre. Las más visitadas y sorprendentes son las islas de los Uros. 

Los uros es un pueblo que lleva milenios habitando el Titicaca. Comenzaron a vivir sobre las aguas del lago como táctica para defenderse de los ataques de los incas. La técnica que usaban para construir las islas artificiales, sus casas y barcas, apenas se diferencia de la empleada hoy en día. 

Los uros dependen de la totora, una planta herbácea perenne acuática, de la familia de las ciperáceas, que crece en abundancia en el lago. Atan manojos de esas cañas para crear el suelo de la isla, pero también para fabricar viviendas y embarcaciones.

Una isla bien construida puede durar unos 30 años, pero al humedecerse las cañas por el contacto con el agua, exige frecuentes labores de mantenimiento.

La totora también les proporciona alimento, pues sus raíces son comestibles y realmente nutritivas (muy ricas en yodo). Los peces, aves y cuyes que pueblan el lago hacen el resto.

Los uros llevan vidas muy sencillas y durante las últimas décadas han querido complementar sus ingresos abriendo sus casas a los viajeros que, con humildad y respeto, han querido realizar una inmersión más intensa para aprender sobre su forma de vida.

Sin embargo, es un pueblo que languidece. Ya no es necesario vivir en duras condiciones sobre las aguas de un lago milenario. Ya no hay incas u otras tribus al acecho. Por ello, los jóvenes uros parten a tierra firme en busca de oportunidades y un futuro mejor.

EL TURISMO EN EL LAGO TITICACA

Muchos de esos jóvenes viven ahora en ciudades cercanas, como Puno, en el lado peruano, o Copacabana, un tranquilo y hermoso pueblo situado en la orilla boliviana. Los más atrevidos se marchan a Lima o La Paz, donde la vida puede ser igual de dura, pero mucho más cosmopolita y con mayores oportunidades a la vista.

Ellos ya no verán más las lanchas a motor que cada día recorren las aguas del Titicaca. A bordo de ellas viajan turistas extranjeros que quieren admirar esa maravilla natural situada en el altiplano andino.

En la isla natural de Taquile, sus algo más de dos millares de habitantes crean artesanías y tejidos de una belleza tan singular que fueron designados como Patrimonio Intangible y Oral de la Humanidad por la Unesco.

Al norte de Taquile, la isla de Amantani está poblada, principalmente, por agricultores que aún cosechan las tierras utilizando las viejas técnicas de los incas. Las tejedoras de cestas son también dignas de ver.

En la península de Sillustani –ubicada en la laguna Umayo, que se halla conectada al Titicaca mediante el río Illpa– se encuentra un gran cementerio que es totalmente distinto a los que conocemos. Allí se levantan grandes torres de piedra, a modo de faros, llamadas chullpas. Estas construcciones marcan la última morada de antiguas familias que habitaban en la zona.

La isla del Sol es otra de las más visitadas en el lago Titicaca. Es una de las más sagradas de Sudamérica, ya que hay quien cree, a pies juntillas, que fue aquí donde nació el Sol.

En ella, el terreno es duro y rocoso, y no hay caminos. Perfecta para el senderismo, hay una serie de ruinas sagradas en el extremo norte de la isla. Una estructura destacada es el Palacio del Inca, un antiguo laberinto de paredes de piedra y diminutas entradas.

UNA FAUNA ESPECIAL

La vida salvaje del lago Titicaca es otra buena razón para visitar este bello rincón del planeta. Aquí habitan más de 500 especies acuáticas, de las cuales hasta el 90% son endémicas del lago. 

Este ecosistema andino único presenta docenas de especies raras de caracoles, flamencos, patos y bivalvos. Es uno de esos lugares escogidos donde se pueden encontrar seres que parecen de otro mundo, como la enorme rana de agua del Titicaca y el somormujo del Titicaca, que no vuela. 

Desafortunadamente, las empresas de turismo comercial han introducido truchas arcoíris y otros depredadores competitivos en el ecosistema del lago, lo que ha llevado a la extinción de varias especies endémicas.

Debemos cuidar un lugar como este, en el que las tradiciones conviven con leyendas místicas y un aura de energía difícil de explicar.

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