En el departamento de Ica, unos 250 km al sur de Lima, la Reserva Nacional de Paracas, (Islas Ballestas y Paracas) se presenta como un destino salvaje y relajado, pero con un buen número de actividades que hacer en la naturaleza.
Allí, se combinan a la perfección las tonalidades ocres, rojizas, naranjas y amarillas del desierto y las playas con el azul de las aguas del Océano Pacífico. A unas millas de la despoblada costa, se encuentran las Islas Ballestas, el mayor reclamo turístico de la zona.
Las Islas Ballestas son conocidas coloquialmente, y salvando las distancias, como ‘Las Galápagos peruanas’. Cada jornada, embarcaciones a motor salen cargadas de viajeros con sus cámaras listas para retratar a leones marinos, pingüinos y distintas aves.
Sin embargo, Paracas también ofrece muchas cosas que hacer en tierra, donde los viñedos parchean en verde las arenas del desierto.
No se trata más que de otra prueba de la gran y diversa riqueza paisajística y monumental que posee Perú, uno de los países más bellos de América Latina.
LAS GALÁPAGOS DE PERÚ
La gran mayoría de los viajeros que deciden visitar la Reserva Nacional de Paracas llegan atraídos por las famosas Islas Ballestas. Aunque, realmente, las islas técnicamente no pertenecen a esta reserva, sino que están protegidas por la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras.
Estas islas son el sueño de cualquier biólogo debido a su rica biodiversidad. La culpa de esta explosión de vida la tiene la corriente de Humboldt. Esta corriente fría extrae agua del fondo del océano, llevando temperaturas más bajas y nutrientes a la superficie.
Estas condiciones crean una zona de alimentación ideal para los peces, y esos atraen a depredadores más grandes, como distintos tipos de aves y leones y lobos marinos.
Existen tres islas principales: Ballesta Norte, Ballesta Central y Ballesta Sur.
Las leyes ambientales impiden que los visitantes desembarquen en ellas, por lo que los recorridos en barco recorren sus perímetros, arcos y cuevas para observar de cerca su densa vida salvaje.
El acceso a tierra en las Islas Ballestas está reservado principalmente a científicos, investigadores y a los recolectores gubernamentales de guano.
El guano es el sustrato que resulta de la acumulación masiva de excremento de las aves marinas y focas en ambiente áridos o de escasa humedad. Se vende a un gran precio como fertilizante natural, pues el guano es rico en los tres componentes principales para el desarrollo de las plantas: potasio, fósforo y nitrógeno.
Esas rocosas islas, completamente saturadas de animales, son auténticas minas de guano que suponen jugosos ingresos económicos al gobierno peruano.
A pesar de ese ácido olor, es maravilloso disfrutar de los grandes leones marinos – llegando a pesar hasta 350 kilos – y lobos marinos, de pieles grises o tostadas, y más pequeños que los leones marinos.
La temporada de parto y reproducción en Paracas es de enero a marzo para los leones marinos y de octubre a diciembre para los lobos marinos. Durante estos meses, abundan las lindas crías y los territoriales machos adultos rugen violentamente para proteger sus harenes y defenderse de posibles rivales. Todo un espectáculo.
En cuanto a las aves, abundan los pelícanos, cormoranes guanay –que se diferencian de otros cormoranes gracias a los círculos rojos que poseen alrededor de los ojos, y sus vientres blancos–, charranes incas –con un distintivo bigote blanco a cada lado de su pico anaranjado–, gaviotas cocineras (o dominicanas) y los pingüinos Humboldt, una especie que sólo se encuentra en la costa de Perú y el norte de Chile, alimentándose de anchoas, arenques y otros peces que abundan en estas aguas.
EL MISTERIOSO CANDELABRO
Prácticamente no hay ningún tour en barco por las Ballestas que no se acerque a mostrar el ‘candelabro’ a los viajeros.
Se trata de un famoso geoglifo – obviamente, en forma de candelabro – de grandes dimensiones que ocupa una arenosa ladera de un cerro junto al mar.
Aunque cuando pensamos en geoglifos peruanos siempre nos vienen a la mente las famosas Líneas de Nasca, los científicos y arqueólogos defienden que el candelabro de Paracas es aún más antiguo. Concretamente, unos 2.500 años de historia contemplan a este gigante de 180 metros de largo y unos 60 metros de ancho.
El origen del candelabro mezcla explicaciones más terrenales con teorías completamente esotéricas.
Entre las primeras impera la que afirma que se trata de una marca realizada por los integrantes de la cultura Nasca –desarrollada en el Antiguo Perú (actual departamento de Ica) entre los siglos I y VII– para orientar a comerciantes y viajeros. Pero hay otras que defienden que se trata de un símbolo masónico o que fue realizada por el general José de San Martín, liberador de Argentina, Chile y Perú, para conmemorar el logro de la independencia de Perú.
Por supuesto, nunca faltan los que atribuyen esta obra a seres de otro planeta.
RELAJACIÓN EN LA PALYA O ACTIVIDADES AL AIRE LIBRE
Meditar sobre las distintas teorías del origen del candelabro mientras nos tumbamos al sol en las fantásticas y salvajes playas de Paracas es una gran opción para disfrutar de este destino peruano.
Playa Roja es uno de los lugares más bellos de la Reserva Nacional de Paracas. Su arena posee un color rojizo debido a la concentración de roca volcánica.
Las de Lagunillas, Supay (palabra quechua que significa ‘diablo’) y el Chaco son también buenas opciones, siendo esta última donde se encuentra el muelle desde el que parten las embarcaciones turísticas hacia las Islas Ballestas.
Los amantes del buceo podrán disfrutarlo en la playa El Raspón, donde las aguas suelen estar tranquilas, permitiendo una buena visibilidad.
También en el mar podemos sentir la adrenalina practicando el kitesurf, mientras que las actividades de aventura favoritas de aquellos que prefieren la tierra se centran en el cercano desierto.
Por él se internan los buggies y quads de los más temerarios, mientras que otros prefieren surfear grandes dunas doradas sobre tablas de madera.
Por último, también se puede hacer parapente en Paracas. Admirar ese vasto y bello paisaje desde el aire nos hará sentir como esas aves que pueblan las Islas Ballestas.
EXCURSIONES EN LOS ALREDEDORES DE PARACAS
A poco más de 70 km de Paracas se halla un oasis realmente peculiar. Se trata del oasis de Huacachina.
Es cierto que no se trata del típico oasis que todos tenemos en mente: un lugar verde situado en medio del desierto y apartado de cualquier atisbo de civilización. Aunque sí cumple, en parte, este estereotipo – pues es un lugar verde rodeado de dunas – Huacachina se encuentra a menos de 5 km de Ica, una ciudad de casi 300.000 habitantes.
Las aguas de Huacachina provienen de corrientes subterráneas y están teñidas en un tono verdoso debido a la vegetación que crece en ellas.
Como buen oasis, Huacachina es un gran lugar de descanso, con distintos alojamientos que ofrecen piscina, vegetación y música ‘chill out’. Además, aquí podemos contratar varias excursiones para disfrutar de las mismas actividades que ofrece el desierto de Paracas: buggies, quads y ‘sandboarding’.
Otra buena opción es visitar alguna de las cercanas haciendas donde se elabora pisco, popular bebida –aguardiente obtenida a partir de uvas– de origen peruano.
Tendremos que viajar algo más lejos de Paracas, unos 180 km, para visitar Nasca. Casi todos los viajeros que se acercan a este lugar lo hacen para tomar una avioneta y avistar las famosas Líneas de Nasca.
Los enormes y numerosos geoglifos de Nasca representan figuras geométricas y laberintos, pero también animales y siluetas humanoides. Famosas son la garza, el mono o la ballena, así como el hombre-búho (o astronauta) y las manos.
Un misterio que desde el aire aún adquiere una magnitud mayor. Y es que, Perú es una tierra repleta de secretos que merecen la pena ser explorados.