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‘Paddington: Aventura en la selva’: de Londres a Machupicchu

El entrañable osito británico vuelve a casa, a la selva de Perú, en su tercera película.

“Abraza el riesgo” es el leit motiv de Paddington: Aventura en la selva (en cines 21 de febrero), tercera entrega del salto a la pantalla del oso de peluche parlanchín de los libros de Michael Bond. En realidad, es lo que le dicen al padre de la familia Brown en su empresa y abrazando el riesgo se van todos hasta Perú siguiendo a su querido osezno.

Después de dos películas centradas en Londres o no muy lejos de la capital inglesa, en esta tercera película regresamos al hogar de Paddington. Sirve así un poco como filme de orígenes de este personaje peludo que ya es parte importante de la cultura popular británica, referente de modales y ternura, amante de la mermelada y de las prendas trench.

Paddington: Aventura en la selva arranca con la mala noticia de que la tía Lucy, la osa que le acogió y cuidó y mandó a Inglaterra para salvarlo, ha desaparecido. Sin pensárselo, Paddington vuela a Perú a buscarla y la familia Brown, su familia humana, después de un poco más de debate, decide acompañarlo.

La primera parada del viaje es la residencia de osos retirados en medio de la selva, dirigida por una simpática monja (Olivia Colman) que les da las primeras pistas para que los viajeros se embarquen en una aventura en busca del mítico El Dorado. En la travesía les dirigirán un cazatesoros peculiar (Antonio Banderas) y su hija (Carla Tous).

Lo fácil habría sido rodar una película así, que ya incluye efectos digitales con el oso al que en versión original pone su cálida voz el inglés Ben Whishaw, sin embargo, el rodaje se fue hasta Perú para darle realismo y que la referencia directa, desde cierta parodia, a la mítica Fitzcarraldo, de Werner Herzog, sea más evidente quizá.

Localizaciones de ‘Paddington: Aventura en la selva’

La producción entera no se trasladó a Perú, pero sí el equipo técnico que se encargó de rodar paisajes y entornos con los que luego hicieron magia.

Rodaron en Maras, el pueblo al que llega Paddington con los Brown, situado a 3.300 metros de altura y desde el que comienza la aventura. En sus praderas cercanas, situaron a Olivia Colman cantando como Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas.

La mitología inca sirve como excusa para hacera avanzar la historia, así que tenían que rodar sí o sí en algunas de las ruinas más importantes de la sociedad precolombina. Estuvieron en Machupicchu, las más famosas de todas, y también en Huayna Picchu (donde Herzog rodó Fitzcarraldo y, de hecho, lo eligieron por hacerle ese evidente guiño).

También cruzaron a Colombia para situar alguna parte de la selva alrededor del pueblo Prado, en el centro del país, donde Antonio Banderas corta un peligroso puente de cuerdas.

El equipo técnico se pasó dos meses filmando paisajes que luego mezclaron con los ingleses en los que rodaron con los actores. Una granja en Hertfordshire, por ejemplo, sirve como localización para el paraíso de los osos en el que plantaron un cartel “Bienvenidos a Perú”. Allí también construyeron el hogar para osos jubilados.

Black Park, en Buckinghamshire, sirve como planos cortos de la selva peruana. Una localización frondosa ya muy vista en grandes producciones, como Harry Potter o Star Wars.

Y, por último, por supuesto sale la casa de los Brown, donde vive Paddington, situada en Chilcot Crescent. El hogar de Paddington lejos de su hogar, porque se pueden tener varios hogares, como dice el filme que, además, es una reivindicación de la aventura y el viaje como forma de reconexión familiar.

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