La danza de las tijeras, reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, es el baile emblemático de Huancavelica. ANDINA/Difusión
Huancavelica es un destino que atesora hermosos atractivos turísticos, una variada gastronomía y música entrañable que debemos conocer. Conozcamos un poco más sobre esta región y su rica historia.
Las letras del huaino “Adiós, juventud” aseguran en su fuga que en Huancavelica, “la tierra del mercurio”, se encuentra el amor verdadero. Y allá vamos.
Para las curvas andinas nos acompaña un puerto USB de cancionero huancavelicano, tan melancólico y festivo, con las Hermanitas Sánchez, el Trío Amanecer, Trío Huancavelica, Violeta Sisay, Wayanay, Chopkjas y tantos cantores y grupos que tejen estrofas entre quechua y castellano, y son parte del rico folclor de esta región.
Querido trencito
Desde el valle del Mantaro se llegaba a la capital huancavelicana a través del Tren Macho, famoso porque “sale cuando quiere y llega cuando puede”.
Al nonagenario ferrocarril le han dedicado temas, como “Trencito macho huancavelicano” y “Trencito N° 50”. Desde la estación Chilca, en Huancayo (región Junín), hasta Huancavelica, el viaje tomaba poco más de cinco horas. Y en el traqueteo lento se podía disfrutar de los bollos, chicarrones, choclos y quesos, que ofrecían rápidamente los viandantes en cada estación.
Pero desde hace cuatro años y medio, está detenido y los huancavelicanos esperan la luz verde a un proyecto estatal para su renacimiento. Quieren que sea pronto y así celebrar en el 2026 el centenario de su querido trencito.
Izcuchaca, de postal
En la mitad de la ruta entre Huancayo y Huancavelica se ubica Izcuchaca. De clima templado, parece un pueblo atrapado en el tiempo. De postal. Su historia republicana está ligada a la estación de tren. Pero sus espacios más antiguos son la iglesia principal y el puente colonial, que trasladan al visitante en el tiempo. A las afueras del pueblo también se ubica un nuevo atractivo turístico con baños termales.
Huellas coloniales
La moderna pista de la carretera Central une rápidamente el valle del Mantaro con la capital huancavelicana en solo tres horas y media en automóvil. Aunque la vía no está bloqueada, por la coyuntura social que vivimos en el país, es mejor que se informe antes de iniciar su periplo.
Lo primero que debe hacer el visitante es descansar y evitar los malos ratos con el soroche. El guía turístico Alberto Choque Contreras, de Willka Tours, cuenta que hay una capacidad hotelera “muy favorable” en la ciudad de Huancavelica, salvo en la temporada alta, que se da en Semana Santa y Fiestas Patrias. Y por cuestiones climáticas, la mejor época para visitar Huancavelica es de abril a diciembre.
En la actualidad, dice, casi el 100% de los visitantes que recibe anualmente esta región son turistas nacionales. De ellos, la mitad la representan los turistas de Lima y Huancayo. Choque cuenta que, desde hace una década, el número de turistas extranjeros se ha reducido al mínimo y la pandemia solo ha agudizado esa tendencia.
El trazo de la ciudad, su plaza de Armas y sus iglesias recuerdan su origen colonial. La piedra volcánica roja caracteriza a los principales edificios huancavelicanos, como la catedral o iglesia San Antonio de Padua, de impresionante frontis barroco. A ello se suman siete templos católicos que ofrecen al visitante recorridos a diario, desde las siete de la mañana hasta la noche.
La urbe fue de gran importancia económica gracias a sus minas de mercurio, indispensable por entonces para el tratamiento de la plata.
La ciudad cuenta con dos museos: el Sergio Quijada Jara, dedicado al arte popular, y el Museo Regional Daniel Hernández Morillo, que salvaguarda evidencias arqueológicas de hace más de 4,000 años de los primeros habitantes de Huancavelica.
Para un city tour por Huancavelica es preferible ir en zapatillas y una botella de agua, porque deberá subir a pie las escalinatas de San Cristóbal, en cuya cima se encuentran los baños con su oferta de aguas termales. Choque recuerda que de los tres complejos turísticos de la ciudad, el de San Cristóbal es el único que hoy ofrece sus servicios a los visitantes.
A las lagunas
Desde la ciudad se pueden hacer diversas rutas cortas, como las que propone Promperú. Si usted tiene un interés más histórico puede hacer el “circuito Azogue”, y conocerá lo que fue la mina de Santa Bárbara y su iglesia y, de paso, desde el cerro Chacllatacana tendrá una vista espectacular de la ciudad.
Saliendo por la ruta sur, a solo dos horas de la ciudad (la que va hacia Huaytará, Chincha y Pisco), el viajero podrá disfrutar del Circuito Rutas de los Espejos, cuya primera parada será el abra Chonta. Este observatorio natural incluye alrededor de seis lagunas altoandinas –la más famosa es Choclococha– y también pude visitar el moderno criadero de truchas de los Piscicultores Nacionales.
Si es de los que buscan historias de misterio, el pueblo fantasma y templo de Choclococha lo facinarán: parecen escenarios de una película de zombies. Ubicado a los pies de la laguna que le da nombre, se cuenta que el viejo pueblo quedó huérfano de vecinos el siglo pasado por temor a las crecidas de la laguna. Otra versión sostiene que sus vecinos tuvieron que emigrar a la fuerza cuando en los años ochenta y noventa la pesadilla terrorista de Sendero Luminoso ingresó y amenazó su tranquilidad. La nueva Choclococha ahora se ubica en la parte superior de la laguna.
Gastronomía típica
La región Huancavelica tiene una gastronomía variada. Uno de sus platillos principales es el bisté de alpaca; como es productor de este camélido, la pachamanca huancavelicana se caracteriza por esta carne y por el cuy.
Otros platillos son el famoso puchero –muy tradicional para época de carnavales–, el cuchicanca con chuño –que se vende en los mercados y es muy recomendable como desayuno– y el mondongo o patasca.
En los valles altoandinos huancavelicanos producen el airampo y el maíz, que son la base de una variedad de postres que los jóvenes pasteleros huancavelicanos hoy están renovando.